LA ÚLTIMA CENA DE LEONARDO DA VINCI - Una obra de arte llena de emociones
LA ÚLTIMA CENA DE LEONARDO DA VINCI
Una obra de arte llena de emociones
Edgardo Olortegui Huamán
Fig. 1: “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, fresco
Iglesia de Santa María delle Grazie.
“La Última Cena”, de Leonardo da
Vinci (Fig. 1), que se encuentra en una de los muros del refectorio (comedor)
de la Iglesia de Santa María delle Grazie, en Milán, Italia, es un fresco de
grandes dimensiones, que mide 460 x 880 centímetros, pintada entre los años
1495 y 1499, mediante el uso de témpera y óleo sobre una preparación de yeso. Cuando
se mostró por primera vez al Mundo, marcó un “hito” en el arte occidental, por
los siguientes motivos:
1. Rompió con el arquetipo de la época, al apartarse de la tradición iconográfica utilizada en los últimos doscientos años que la precedieron, que siempre representaban “La Última Cena”, en el momento que Jesucristo partía el pan para compartirlo con sus apóstoles, representando así la escena de la “Eucaristía”, que establece la primera misa de lo que hoy conocemos como cristianismo. Leonardo da Vinci, dejando de lado esta escena, eligió en cambio, otra mucha más dramática relatada en el evangelio de Juan 13:21, que narra el momento en que Jesús les hace saber a sus apóstoles, que uno de los que están sentados con él en la mesa, lo iba a traicionar:
1. Rompió con el arquetipo de la época, al apartarse de la tradición iconográfica utilizada en los últimos doscientos años que la precedieron, que siempre representaban “La Última Cena”, en el momento que Jesucristo partía el pan para compartirlo con sus apóstoles, representando así la escena de la “Eucaristía”, que establece la primera misa de lo que hoy conocemos como cristianismo. Leonardo da Vinci, dejando de lado esta escena, eligió en cambio, otra mucha más dramática relatada en el evangelio de Juan 13:21, que narra el momento en que Jesús les hace saber a sus apóstoles, que uno de los que están sentados con él en la mesa, lo iba a traicionar:
“Llegada la
hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo «Yo tenía gran
deseo de comer esta pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya
no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de
Dios, porque uno de vosotros me traicionará»”.
2. Como es de imaginar, esta afirmación de Jesús, de que uno de ellos lo iba a traicionar, causa un gran impacto entre los apóstoles; y, es precisamente la genialidad de Leonardo, que imaginando -en sus palabras-: “los estados de ánimo que se suscitan en sus almas” (1), capta la intensidad dramática de lo sucedido en ese momento, algo así como una fotografía tomada instantes después del anuncio de Jesús, que captura toda la gama de emociones humanas; de tal forma, que interpretando la reacción de los apóstoles, plasma en el mural o fresco, las expresiones de cada uno de ellos; lo que constituye, el otro gran motivo que cambia la concepción del arte occidental existente en esa época, porque hasta ese momento, otros grandes maestros contemporáneos, pintaban los personajes de sus cuadros o murales, repitiendo modelos preexistentes, que en muchos casos habían utilizado en otras pinturas; pero, Leonardo da Vinci, jamás repitió sus personajes en sus pinturas, tal como lo relata el poeta y novelista italiano Giambattista Giraldi, basado en los recuerdos de su padre, al describir la forma de trabajar de Leonardo: “y por el contrario buscaba sus modelos en los lugares donde sabía que hallaría personas del tipo que buscaba, observando con atención sus rostros, sus comportamientos, sus costumbres y sus movimientos. Apenas veía algo que servía para sus fines, lo dibujaba en el cuadernillo de apuntes que siempre llevaba en la cintura. Este proceder lo repetía cuantas veces como juzgase necesario para dar forma a la obra que tenía en mente. A continuación, plasmaba todo esto en una figura que, una vez creada, movía al asombro” (2).
ANTECEDENTES
Para comprender mejor la trascendencia
e influencia, que representó esta obra de Leonardo da Vinci en el arte
occidental de dicha época, es necesario repasar en forma breve, la evolución
histórica de las representaciones que se hicieron de “La Última Cena”.
Las primeras representaciones de
“La Última Cena” de las que se tiene conocimiento, provienen del arte sacro
bizantino, como es el dibujo que aparece en el "Purpurevangeliar",
también llamado “Evangelio Púrpura” (Codex purpureus Rossanensis), de Asia
Menor (Siria), que se encuentra en el Museo Diocesano de Rossano, Italia, que
es un manuscrito ilustrado o iluminado, que contiene los cuatro evangelios del
Nuevo Testamento, y se estima fue confeccionada entre finales del Siglo IV y
principios del Siglo V (Fig. 2).
Fig. 2: Dibujo de “La Última Cena”, que se encuentra en
el manuscrito iluminado conocido como “Codex purpureus Rossanensis”, que
se encuentra en el Museo Diocesano de Rossano, Italia.
La otra representación bizantina,
que data del Siglo VI, es el mosaico alusivo, que se encuentra en la iglesia de
Sant'Apollinare Nuovo, Rávena, Italia (Fig. 3).
Estas representaciones resaltan
-de acuerdo al evangelio-, lo que se consumió en el banquete -panes y pescado-,
colocando a Jesús en un lugar de honor en la esquina izquierda de la mesa
semicircular llena de discípulos.
Luego, la iconografía del siglo
VII, sigue representando la cena de la Pascua, con Jesús -siempre colocado en
un extremo y Pedro al frente de él- y sus apóstoles, sentados alrededor de la
mesa, como se aprecia en el fresco de “La Última Cena”,
que se encuentra en la Abadía de Sant Angelo in Formis en Capua, Italia,
pintada ´por un maestro bizantino italiano por el año 1100 de nuestra era
(Fig. 4).
Fig. 4: “La Última Cena”, que se encuentra en la Abadía
de Sant Angelo in Formis en Capua, Italia.
Durante un corto período de
tiempo, el número de apóstoles fue reducido, por ejemplo, sólo hay cinco
apóstoles sobre el relieve del Westlettner en la Catedral de Naumburg,
alrededor de 1250-60 (Fig. 5).
Fig. 5: Alemania - Sajonia-Anhallt - Naumburgo - Catedral
de San Pedro y San Pablo- Westlettner 1250-1260.
La representación, en el fresco de
la Arena Chapel en Padua, Italia, también conocida como capilla de los
Scrovegni atribuida al gran pintor renacentista, Giotto di Bondone, pintada entre
los años 1305 y 1313, muestra por primera vez con dimensiones casi monumentales
a los que participaron en la escena dentro de una habitación, sentados esta vez
en una mesa rectangular, siempre teniendo como motivo de la reunión, la
partición de los panes (Fig. 6).
Fig. 6: Fresco de “La Última Cena”, que se encuentra en Arena
Chapel en Padua, Italia, atribuida a Giotto di Bondone, pintada entre los años
1305 y 1313.
A partir del siglo XV, la Misa de
Pascua fue indicada por un cordero de Pascua, tal como se aprecia en la pintura
en panel realizada en la conocida obra como Altar de Speyer o cabeza de familia
pintada entre los años 1475 y 1490, se encuentra en la Galería de Arte del
Museo Estatal de Berlín, Alemania (Fig. 7).
Fig. 7: Altar de Speyer o cabeza de familia pintada entre
los años 1475 y 1490, se encuentra en la Galería de Arte del Museo Estatal de
Berlín, Alemania.
El mismo Leonardo da Vinci, antes
de presentar en ”La Última Cena”, donde se aprecian todas las innovaciones que
aplicó en ella, intentó hacerlo casi veinte años antes, en una obra titulada
“La Adoración de los Magos”, que fue patrocinada por los monjes agustinos de San Donato de Scopeto,
cerca de Florencia, Italia, entre los años 1481 y 1482, donde utilizó
las mismas técnicas, pero por diversos motivos, no fue terminada, por lo que no
pudo ser apreciada ni valorada en toda su magnitud (Fig. 8).
Fig. 8: “La Adoración de los Magos”, de Leonardo da
Vinci, patrocinada por los monjes agustinos de San Donato de Scopeto,
cerca de Florencia, Italia, entre los años 1481 y 1482, quedó inconclusa.
LA
ULTIMA CENA SEGÚN LEONARDO DA VINCI
El Mundo tuvo que esperar casi 20
años, para que Leonardo da Vinci, sea tomado en cuenta por su mentor el Duque
de Milán, Ludovico de Sforza, y recibir el encargo de “La Ultima Cena”, que, al
ser presentada al Mundo en el año 1499, marcó el inicio de una revolución en el
arte renacentista occidental de la época, por las características innovadoras
que han sido mencionadas.
Está pintura tuvo un gran impacto
en el mundo artístico occidental y marcó a las siguientes generaciones, no sólo
por su belleza y estilo, sino también por su maestría en el diseño, composición
y caracterización; sin embargo, pronto se evidencio que era más vulnerable de
lo que se creía. Los materiales
orgánicos que utilizó Leonardo para pintar este mural en la pared del
refectorio, las condiciones ambientales a la que estaba expuesto y el paso del
tiempo, deterioraron en gran medida esta pintura, a tal punto, que la mayoría
de estos hermosos gestos dejaron de ser visibles, no pudiéndose apreciar el
estilo que Leonardo impregnó en la expresión de emociones de sus personajes.
Pero esta obra maestra del arte
pictórico, no sólo fue afectada por las inclemencias del medio ambiente y el
paso del tiempo, sino también por la misma acción humana, que como todos
sabemos, cuando se propone es la más destructora de todas; porque la Iglesia de Santa María delle Grazie, donde se encuentra
este mural o fresco, fue blanco durante la Segunda Guerra Mundial de los aviones
de la coalición “aliada” en el año 1943, que al bombardear la ciudad de Milán,
destruyeron casi por completo esta Iglesia, incluyendo el refectorio (comedor)
donde se encuentra ´”La Última Cena” y “La Crucifixión”, obra del otro gran
renacentista llamado Giovanni Donato da Montorfano; los que sin embargo,
a pesar de la destrucción ocasionada, por un verdadero milagro, se mantuvieron
en pie (Fig. 9) (3).
Fig. 9: Iglesia de Santa María delle Grazie, Milán,
Italia, quedó en escombros, luego de ser bombardeada por la aviación “aliada”
en el año 1943, durante la Segunda Guerra Mundial.
Para recuperar su magnificencia,
fue sometida a un proceso de restauración en el año 1726, que resultó fallida
(4); y posteriormente –más de dos siglos después–, en otro proceso de
restauración, a partir del año 1977, que duró aproximadamente veinte años; sólo
ha logrado recuperar al 20% aproximadamente, la imagen original del fresco
presentada por primera vez en el año 1499 (5).
Al parecer, nos teníamos que
resignar a no volver apreciar en toda su magnificencia el torbellino de
emociones que Leonardo plasmó en este mural o fresco de “La Última Cena”, lo
que felizmente no ha ocurrido, ya que fueron encontradas dos copias hechas al
tamaño original, que según afirman los investigadores y expertos, si no fueron
pintadas en su totalidad por Leonardo, por lo menos es autor de las
representaciones de Jesús y Juan el apóstol, encontrándose además de acuerdo,
en que Leonardo patrocinó ambas copias.
Una de estas réplicas, encargada
por el mismo Rey Luis XII de Francia, podemos apreciarla actualmente, en la
Abadía de Tongerlo en Bélgica (Fig. 10), y la otra la encontramos en la Royal
Academy of Arts de Londres (Fig. 11).
En realidad, desde su exhibición,
esta pintura de Leonardo da Vinci, causó no sólo admiración en los visitantes,
que incluía a reyes, autoridades, pintores, discípulos, etc.; quienes, no sólo
se empeñaron en reproducirla de distintas formas, sino que motivó el deseo de
tenerla en su poder, como fue el caso del Rey Luis XII de Francia, que quiso
llevársela para Francia.
El Rey de Francia Luis XII, cuando
invadió Milán a principios del Siglo XVI, enterado de la fama del fresco, la
fue a visitar, causándole tal impresión, que no dudó en querer llevársela a
Francia, encargando a sus ingenieros que idearan una forma para este propósito,
quienes por supuesto le informaron que no era posible, ya que la pintura está
impregnada en un muro, lo que no desanimó al rey, ya que encargó al mismo
Leonardo una copia en tamaño natural de “La Última Cena”.
La autoría o por lo menos el
patrocinio de esta copia atribuida a Leonardo, está demostrada con la carta que
el mismo rey de Francia, dirigió al ayuntamiento de Florencia, el 14 de enero
de 1507, donde pide que se permita a Leonardo que trabaje para ellos, para
realizar un trabajo que necesitan, sin precisar el tiempo y el trabajo que
requerían, pero era más que evidente que lo necesitaba para pintar la copia de
“La Última Cena”.
Trabajaron en esta copia sus
discípulos más famosos, como Andrea Solari (Milán,
1460-1524) y Gianpietrino (Milán, 1508-1549), así como otros cuyos nombres no se
conoce, por lo que sería obra de un grupo de sus discípulos; pero, los expertos
están convencidos, que las imágenes de Jesús y del apóstol Juan, fueron
pintados por el mismo Leonardo, conclusión respaldada por los estudios técnicos
realizados, pues hace más de veinte años tomaron radiografías a la pintura,
encontrando que debajo de casi todo los personajes hay bocetos, excepto en las
de Jesús y Juan, por otro lado, la calidad de estas dos imágenes es muy superior
-según los expertos-, siendo ambas de extraordinaria calidad que sobresalen de
las otras; y, además, porque estos dos personajes fueron los favoritos de
Leonardo.
Fig. 10.
La otra copia que se encuentra en
la Biblioteca de la Royal Academy of Arts de Londres, fue adquirida por esta
institución en el año 1821, por el cual pagó 600 guineas, atribuyéndose que uno
de sus discípulos de Leonardo, Gianpietrino, fue quien trabajó principalmente
en esta obra, utilizando para ello los bocetos de “La Última Cena” original,
por lo que no se descarta que el mismo Leonardo haya participado en esta obra.
Fig. 11.
Gracias a estas dos copias, que, como
se ha demostrado fueron hechas con la participación en mayor o menor medida del
mismo Leonardo da Vinci, podemos saber casi con exactitud, como eran las
imágenes originales del famoso fresco o mural, pudiendo apreciar la explosión
de emociones que produjo en los apóstoles cuando escucharon a Jesús pronunciar
la frase acusadora de que uno de los que están con él en la mesa, lo va a traicionar.
La pedagoga y artista plástica
Dora Felices Alcántara, en forma magistral, capta la escena que Leonardo plasmo
en los retratos que aparecen en el fresco o mural de “La Última Cena”,
describiendo las expresiones de los gestos o emociones de cada uno de los
presentes en la mesa, que en palabras del mismo Leonardo son: “los estados
de ánimo que se suscitan en sus almas” (5). Empezando por Jesús describe lo siguiente: “Cristo
con la expresión triste ha extendido los brazos sobre la mesa. Su serenidad y resignación contrasta con la
confusión que ha surgido entre los apóstoles.
Observémoslos. Empecemos por la
derecha. Hay un grupo de tres, cuyas
manos están en dirección a Jesús y parecen decir: «No puede ser, ninguno de
nosotros sería capaz de traicionar al Maestro».
Los tres que le siguen están preguntándole: ¿Soy yo Maestro? ¿Soy
yo? Pasemos a la izquierda. El apóstol que está sentado en el extremo se
ha levantado desconcertado. Otro
extiende las palmas de sus manos hacia delante como diciendo: «Lo que es yo, no
soy». Entre estos dos hay uno cuya mano
está tratando de alcanzar el hombro del apóstol que está preguntando a Juan, si
él sabe quién es el traidor. Entre ellos
hay una figura cuyo cuerpo se apoya sobre su codo en la mesa, parece sostener
algo en la mano. ¿No adivinan quién es?
… Es Judas que mira asombrado a Cristo y parece pensar ¿cómo lo ha sabido?”
(6).
De acuerdo con una carta del
mismo Leonardo da Vinci, esta es la ubicación de los apóstoles (Fig. 12):
Esta obra de Leonardo da Vinci
-considerado uno de los máximos representantes del renacimiento europeo-, no
sólo es exponente de una magistral mezcla de composición y textura por el
estilo y los materiales innovadores utilizados, sino que es la expresión de
equilibrio y serenidad de la escena que ha querido representar. Al apreciar la
obra, se observa a Cristo como el centro de la composición, uniéndose en él
todas las líneas, utilizando para ello el principio denominado “punto de fuga”
descubierto por el Filippo Brunelleschi, quien es considerado el inventor de la
perspectiva central lineal, innovación que Leonardo aplicó en su arte
pictórico, ya que Brunelleschi inventó la perspectiva, para la arquitectura.
Esta técnica utilizada, simulaba una realidad tridimensional en superficies
planas, que, si bien para nosotros hoy en día es bastante común, debemos
suponer el impacto que ocasionaron pinturas que como “La Última Cena”, utilizaron
esta nueva técnica, en personas, que, hasta ese momento, sólo habían apreciado
pinturas con imágenes representadas en un solo plano (13).
Fig. 13: El “punto de fuga” y perspectiva utilizada por
Leonardo da Vinci en “La Última Cena”.
Todos estos detalles particulares
y sutiles, ayudan a destacar la figura majestuosa de Cristo, como las líneas
que unen los bordes de los tapices en las paredes, las vigas del techo, la
ventana central al fondo, que es más ancha que las otras dos, y un detalle fundamental
que lo destaca, “La Última Cena” de Leonardo ocurre a plena luz del día,
variando la versión evangélica que nos refiere que fue de noche.
Para regocijo de toda la
humanidad, aún podemos apreciarla, considerada una de las mejores obras
pictóricas del Mundo, que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO en el año 1980.
Bibliografía:
(1) Leonardo
da Vinci: “Cuaderno de Notas”,
Editorial Planeta de Agostini, Madrid, España, 1995.
(2) Giambattista
Giraldi: “Recuerdos de su padre”. Cit. Luisma, Maypearl. Publicado febrero
2014.
(3) Luisma,
Maypearl: “Hablan quienes la conocieron”. Publicado febrero 2014.
(4) Leonardo
da Vinci: “La Última Cena”, Wilkipedia.
(5) Deutsche Welle: “El Misterio de la Última Cena”.
Reportaje de Jean-Pierre Isbouts 2017.
(6) Dora
Felices Alcántara: “Apreciación Artística – Otro Enfoque”. Talleres de Gráfica
Hispania S. A. Lima, Perú, 1969.
(7) Leonardo
da Vinci: “Consejos de Pintura” Tratado de la Pintura.
N. de R.: “La Última
Cena”, obra de Leonardo da Vinci, ha sido una obra que siempre me cautivó. En tiempos escolares hice un pequeño trabajo
sobre él, la que me ha servido de base para realizar el presente.
Era mi deuda pendiente con Leonardo, al que siempre admiré por su sensibilidad
e interpretación que hizo de uno de los momentos más trágicos de la historia del
cristianismo.
Han quedado en el tintero muchas
cosas más que se pueden contar sobre este fresco o mural, desde lo anecdótico
hasta lo histórico, desde lo cotidiano hasta lo artístico, desde lo frugal
hasta lo técnico, etc., pero lo que he querido resaltar en este trabajo, es la
interpretación del estallido de gestos y emociones, o en palabras de su mismo
autor: “los estados de ánimo que se suscitan en sus almas”, que han sido
plasmados por Leonardo da Vinci en “La Última Cena”.
Espero les guste.
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Edgardo
Olortegui Huamán
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