CUANDO EL GENERAL EP JUAN VELASCO ALVARADO, ARRUINÓ EL CAMPO


CUANDO EL GENERAL EP JUAN VELASCO ALVARADO, ARRUINÓ EL CAMPO

La historia de un levantamiento campesino.

Era una madrugada en el verano de 1968, y en la “quinta” del distrito de La Victoria, en Lima, donde a mis cortos 7 años vivía con mis padres y mis 6 hermanos, alguien tocó la puerta de la calle que daba al patio, fuertemente y con desesperación.

Esto sería antes de las cuatro de la madrugada, porque mi padre todavía no se había ido a trabajar -el salía todos los días a esa hora, para trabajar en su ruta del colectivo Lima-Aeropuerto-.

Por la bulla, todos nos levantamos, incluso los vecinos de la quinta, entonces mi padre sale a abrir la puerta, encontrándose con la sorpresa, que quienes tocaban la puerta con desesperación eran mis tíos Carlos, Amalia y mi primo, que de cariño le decíamos “Shato”, quien tendría como 10 años de edad.
Ellos no traían equipaje ni nada adicional a lo que tenía puesto, lo cual nos causó extrañeza; pero, después de los saludos y bienvenidas rápidas que se hicieron con mis padres y todos nosotros, explicaron lo que había sucedido:

Ellos administraban una hacienda ganadera de mi abuelo en la provincia de Ambo del departamento de Huánuco. Esta hacienda estaba ubicada en las alturas de esta provincia, a varias horas a caballo de la ciudad del mismo nombre, contando con unas dos mil cabezas de ganado vacuno, destinadas a la producción de carne, lácteos y derivados. En la misma hacienda había una fábrica de quesos y mantequilla, que se vendían en la ciudad de Huánuco, departamentos aledaños como Junín y Pasco, y ya incursionaban en la misma capital Lima.

Resulta que en la víspera del día anterior había ocurrido un levantamiento armado, protagonizada por los “indios” que trabajaban en la hacienda. Al parecer los hechos fueron muy violentos, porque según contaba mi tío, los sublevados no sólo tomaron la casa hacienda y sus demás instalaciones, sino que mataron a su caporal y dos empleados de su confianza; y, que ellos hubiesen corrido la misma suerte, si es que algunos de sus trabajadores que les tenían aprecio y confianza, no los hicieran escapar.

Ellos se libraron de la furia indígena, escapando literalmente con lo que tenían puesto, huyendo a pie de la hacienda, en plena lluvia torrencial -era temporada de lluvia en la Sierra-, que, como repito, no se encontraba cerca de la ciudad de Ambo, sino a varias horas a caballo, por lo que hacer esa ruta a pie, les tomó casi un día.

Cuando llegaron a Ambo, fueron donde unos compadres –que nunca faltan-, quienes enterados de lo sucedido le prestaron las primeras atenciones, y una vez descansados un poco, buscaron un autobús, para venir a Lima, donde se encuentra el grueso de la familia, quienes por supuesto les brindaron el apoyo necesario.

Muchos años después, siendo universitario, fui a la ciudad de Canta, buscando a mi abuelo, a quien le decíamos cariñosamente:“Papá Shato”, llevando un encargo familiar, momento que aproveché para conversar con él de muchas cosas –creo que nunca había conversado con él de esa forma-, tocando por supuesto ese episodio de la pérdida de su hacienda en la ciudad de Ambo-Huánuco. Mi abuelo era uno de los primeros detractores de Velasco -a pesar que reconocía que dicha hacienda se perdió antes del Golpe de Estado-, lamentando hasta el final de sus días dicha pérdida, pero lo que más me impresionó, fue cuando me contó, que antes que ocurriera esa sublevación o levantamiento de los “indios” -nunca le escuché referirse a ellos como campesinos-, había viajado a Argentina, donde compró un toro para “semental”, con el propósito de mejorar su ganado -que le había costado un ojo de la cara, según me refirió-; siendo el caso, que cuando los sublevados tenían el control de la hacienda, para festejar la toma hicieron una fiesta, con pachamanca incluida, y adivinen cuál fue el toro escogido para la pachamanca, pues nada menos que el toro “semental”, que fue elegido casualmente, por ser el símbolo de la opresión.

Esta historia, es real, y la cuento porque ocurrió antes del Golpe de Estado de Velasco, lo que demuestra que no es cierto que él haya destruido el campo, como lo acusan sus detractores, porque el campo tanto en la Costa como en la Sierra, ya era un campo de batalla, y ocurrían levantamientos campesinos en todo lado. Velasco, significó no sólo la reivindicación del campesino, sino abrió una válvula de escape, que liberó en forma controlada, de la explosión social que estaba a punto de ocurrir en el país, por las injusticias que se cometían en los latifundios.

Edgardo Olortegui Huamán



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